Bienvenido

Tal vez te desconcierte este nombre de "yermo". Y es normal, pues
te encuentras en un lugar ameno, verde, agradable. Y es que en la vida eremítica esta palabra tiene un sentido espiritual:
quiere decir un lugar apartado, silencioso, tranquilo. En él se quiere experimentar la cercanía de Dios y hasta su presencia. No es una evasión, sino un encontrarse con Dios, con las demás personas y consigo mismo a través de un clima adecuado y una dinámica concreta de silencio, soledad y sencilla vida fraterna.
...........................................................La Comunidad de El Yermo

5 de febrero de 2009

San Bruno, el primer cartujo (VII)

LA AVENTURA

En una fecha que no podemos precisar exactamente, pero que se sitúa entre 1081 y 1083, Bruno abandonó Reims en compañía de Pedro y Lamberto. Bajaron hacia el Sur, en dirección de Troyes. Allí, a unos 150 kilómetros de Reims y unos 40 al Sudeste de Troyes, en Molesmes, existía desde 1075 una abadía cuyo abad, Roberto, tenía gran reputación de sabiduría y santidad. Roberto había reagrupado a su alrededor a algunos eremitas del bosque Collan, cerca de Tonnerre, y los había formado en la vida benedictina. La abadía era pobre. En 1083 fue necesario que el obispo y señor de Langres hiciera un llamamiento a sus vasallos para salvar a Molesmes de su miseria. Esta pobreza favorecía el fervor de los monjes.

Cuando Bruno, Pedro y Lamberto acudieron a Roberto, acababan de regalar a la abadía de Molesmes la finca de Séche-Fontaine, que no utilizaban. Estaba a unos ocho kilómetros de Molesmes. Lo suficientemente lejos para que sus habitantes se consideraran muy distintos de los benedictinos de Molesmes, y lo suficientemente cerca para que las relaciones fueran fáciles con la abadía y sobre todo con su santo abad. Además, ¿no era a propósito para la vida eremítica el bosque Fiel, que rodeaba a Séche-Fontaine? Ya en muchos rincones de él se habían establecido ermitaños solos o en grupos. Séche-Fontaine, pues, fue el lugar donde, con la aprobación de Roberto., se instaló Bruno con sus compañeros. Allí vivieron vida eremítica, «heremitice vixerant», dice una de las dos cartas de Molesmes que relatan los comienzos de Séche-Fontaine.

¿Cuánto tiempo duró esta fase de la vida de Bruno? Un año como mínimo y tres como máximo, según la fecha de la salida de Reims. Suficiente tiempo en cualquier caso para que otros discípulos se les reuniesen.

Pero Bruno lleva en sí otro ideal de vida religiosa: se siente impulsado por el Espíritu de Dios al «desierto', y escoge el eremitismo. Así vemos cómo, acompañado indudablemente de algunos compañeros, deja Séche-Fontaine y va en busca de un lugar apropiado para la realización de su proyecto. Esta separación se hizo en un clima de sinceridad y caridad.

Sea como fuere, la nueva partida de Bruno, su salida de Séche-Fontaine, nos da una luz especial sobre su vocación. Como monje, no se siente llamado a la vida cenobítica. Quiere la soledad, a solas con el Solo, a solas con Dios. Este es el auténtico llamamiento del Espíritu Santo en su alma y en su vida.

De nuevo emprendió la ruta del Sur y se dirigió hacia Grenoble y los Alpes, a más de 300 kilómetros. Se ignora el porqué de esta elección.

A primeros de junio de 1084, Bruno y sus seis compañeros llegaban a Grenoble, comenzando así una maravillosa y misteriosa aventura...

30 de enero de 2009

San Bruno, el primer cartujo (VI)

UNA CARTA, UN JARDÍN


Allá por las calendas de 1090-1101, es decir, unos veinte años después de la época de que ahora tratamos, Bruno escribía a su amigo Raúl le Verd, deán del Cabildo de Reims, una carta que nos da preciosas luces sobre su vocación personal:
«¿Te acuerdas, amigo mío, del día en que estábamos juntos tú y yo con Fulcuyo le Borgne, en el jardincillo contiguo a la casa de Adam, donde entonces me hospedaba? Habíamos hablado, según creo, un buen rato de los falsos atractivos del mundo y de sus riquezas perecederas, y también de las delicias inefables de la gloria eterna. Entonces, ardiendo en amor divino, hicimos una promesa, un voto, dispuestos a abandonar en breve las sombras fugaces del siglo para consagrarnos a la búsqueda de los bienes eternos, y recibir el hábito monástico. Lo hubiéramos cumplido en seguida si Fulcuyo no hubiera partido a Roma, para cuya vuelta aplazamos el cumplimiento de nuestras promesas. Mas, por prolongarse su estancia y por otros motivos, se resfriaron los ánimos y se desvaneció nuestro fervor».
El valor de este relato es tanto mayor, cuanto que los documentos ciertos sobre la vida de San Bruno son muy raros. Aquí tenemos un testimonio innegable sobre uno de los momentos más decisivos de la orientación espiritual de nuestro santo.
Para evitar el episcopado debió «huir» secretamente de la ciudad. Otros (desgraciadamente su afirmación parece gratuita) le presentan distribuyendo todos sus bienes a los pobres antes de partir, y le hacen despedirse del clero y del pueblo de Reims con un magnífico sermón. Comentó el lema que había adoptado: «Pensando en la eternidad, huí lejos y permanecí en la soledad». Habló con tanta fuerza. unción y autoridad, y la impresión que produjo fue tan viva y profunda que algunos de sus oyentes se mostraron dispuestos a seguirle.
¿Cuál era exactamente la intención de Bruno, cuando con sus dos compañeros hizo su voto en el jardín de la casa de Adam, o cuando más tarde abandonó Reims? ¿Qué forma de vida había decidido adoptar? ¿Tenía ya un plan concreto? Para aclarar esta cuestión sólo tenemos la Carta a Raúl le Verd, escrita más de diez años después de la fundación de «Chartreuse»: «Nos dispusimos -dice- a abandonar las sombras fugaces del siglo para tratar de conseguir los bienes eternos, vistiendo el hábito monástico»-. Si tenemos en cuenta que esta última expresión sólo significaba entonces «abrazar la vida monástica», sin precisar si había de ser en su forma cenobítica o eremítica, la Carta a Raúl le Verd sólo nos señala dos puntos claros en la intención de Bruno y de sus compañeros: su determinación de huir de las vanidades del mundo consagrándose a la conquista de lo eterno, y su voluntad de apartarse de toda ocupación y relación secular para darse únicamente a la vida divina de la gracia.
(continuará...)

25 de enero de 2009

San Bruno, el primer cartujo (V)



BRUNO... ¿OBISPO?


A los cincuenta años Bruno tenía ante sí un magnífico porvenir. Se le proponía la primera sede episcopal de Francia, llamada, «diadema del reino». Bruno era la persona más indicada para este elevado cargo: su integridad, su ciencia, su lucidez ante situaciones delicadas, su coraje en los sufrimientos, su fidelidad a la Santa Sede, su profunda piedad, su exquisito sentido de la amistad, su desprendimiento de las riquezas y su caridad lo hacían el preferido de todos. Gregorio VII y Hugo de Die, su legado, habían podido comprobar su integridad en aquella época de simonía, y habían manifestado públicamente la estima que le profesaban.
¿Quién podría oponerse a esta elección tan anhelada de todos, tan deseada no sólo para el bien de la Iglesia de Reims, sino para el bien de toda la Iglesia de Francia?
¿Quién? Nadie, ciertamente.
Nadie, excepto Dios, que habla dejado oír en el corazón de Bruno la llamada a una vida más perfecta... No habría de ser en la Iglesia de Reims, ni en la Iglesia de Francia, sino más profundamente, en el corazón mismo de la Iglesia, donde Bruno daría el testimonio de un puro amor de Dios.

19 de enero de 2009

San Bruno, el primer cartujo (IV)

A LOS 50 AÑOS... CANCILLER


Fue, sin duda, durante este período cuando el arzobispo de Reims nombró a Bruno canciller de su Iglesia, para reemplazar a Odalrico que acababa de morir. ¿Hay que ver en esta elección una muestra de estima personal o sólo un gesto diplomático? Promover a Bruno era lisonjear a la opinión pública, sobre todo a la universitaria; era dar pruebas de buena voluntad, siendo tan viva y general la estima de que gozaba Bruno... Tres documentos permiten situar en el tiempo el corto período durante el cual ejerció Bruno su cargo de canciller. Todavía en octubre de 1074 firma Odalrico los documentos de la cancillería; en cambio, una carta de la abadía de Saint-Basle, fechada en 1076, está firmada por Bruno; pero en abril de 1078, el nombre de Godofredo ha reemplazado al de Bruno en los documentos oficiales del arzobispado. Se puede fijar en 1077 la dimisión de Bruno. Porque a principios de aquel año se desencadenó la lucha enconada que durante varios años desgarró a la diócesis de Reims. Por una parte estaban Gregorio VII, su legado en Francia Hugo de Die y varios canónigos de la catedral, y por la otra, el arzobispo Manasés, cuyas prevaricaciones habían sido por fin desenmascaradas.
Durante los veinte años que ejerció el cargo de Maestrescuela de Reims, fue menester que Bruno adquiriera una reputación de integridad y una autoridad innegables para que Manasés, en último apuro, le escogiera como canciller para tranquilizar a Gregorio VII sobre sus intenciones... La pronta dimisión de la cancillería por parte de Bruno, ¿no es también una nueva prueba de su integridad?
Bruno era hombre justo en el sentido bíblico de la palabra. Lo mismo que el abad de Saint-Arnould, Guillermo, tuvo muy pronto que habérselas con Manasés el arzobispo abusivo, y parece que no tuvo paz hasta que se libró de todo compromiso y recobró su libertad para juzgar, e incluso para luchar si fuere necesario.
En toda sociedad, sobre todo si está corrompida, el culto a la Palabra de Dios, el amor de la más elevada amistad y la integridad que vemos en Bruno, condenan al alma humana a cierta soledad. Un ser puro es, siempre y en todas partes, un solitario.
Bruno es también un «Maestro». No sólo porque da lecciones y produce honda huella en sus discípulos, sino sobre todo porque domina los acontecimientos y los hombres. Se coloca por encima de ellos y los sobrepasa, viéndolos y juzgándolos desde su altura.

14 de enero de 2009

San Bruno, el primer cartujo (III)


CANÓNIGO Y MAESTRESCUELA

El hecho es cierto: Bruno fue canónigo de San Cuniberto.

Ahora se nos presenta un problema. Entre el fin de sus estudios personales y su nombramiento para el cargo de maestrescuela, es decir, de gran canciller de las escuelas de Reims, hacia 1056, ¿qué hizo Bruno? ¿cómo fue su vida? ¿en qué se ocupó? La respuesta se impone. En Reims, menos que en ninguna otra parte, se puede pensar que confiaran el cargo tan pesado de «summus didascalus», de responsable supremo de todos los estudios, a ningún profesor que no hubiera dado pruebas de su capacidad. Si Bruno estuvo en París o en Colonia, sería por breve tiempo.

Bruno también fue elevado, incluso antes de ser nombrado maestrescuela, o al menos casi al mismo tiempo, a otra dignidad: canónigo de la catedral de Reims. No era pequeña distinción pertenecer a este ilustre cabildo. «Bruno, Ecclesiae Remensis quae nulli inter Gallicanas secunda est, canonicus...». La Iglesia de Reims no cedía entonces en dignidad a ninguna Iglesia de Francia, dice la Crónica Magister...

Por lo que conocemos del Cabildo de Reims en esta época, la vida de Bruno como canónigo se desarrollaba así: vivía fuera del claustro de la catedral, en una casa que le pertenecía en propiedad; gozaba de rentas que le permitían llevar una vida confortable y acomodada: tenía criados y podía invitar a la mesa a sus amigos, ya que la costumbre no imponía a los canónigos la obligación de tomar todas sus comidas en común. Su principal deber era participar regularmente en el oficio canónico de la catedral.

¿Trató con los monjes de las abadías vecinas? Saint Thierry estaba a pocos kilómetros de la ciudad y San Remigio a cuatro pasos de los muros. En todo caso, las conoció ciertamente, y a medida que maduraba su proyecto de vida monástica, se debió informar sobre sus observancias. Cuando partió de Reims para Séche-Fontaine, dos sentimientos le dominaban: una gran estima y amistad hacia los monjes negros de San Benito, y la convicción de que no le llamaba el Señor a ese género de vida.

Es evidente que cada miembro del Cabildo, fuera de las Horas canónicas, podía ordenar su vida a su gusto. Pero si Bruno hubiera pretendido entonces entregarse a largas horas de contemplación, transformando su casa en un claustro solitario, no hubiera podido cumplir con las tareas que le había confiado el arzobispo. Porque en 1056 era maestrescuela, es decir, director general de los estudios en Reims.

Sería interesante para nosotros conocer la fecha exacta en que Hérimann, maestrescuela de Reims, obtuvo la dimisión de su cargo, ya que Bruno le sucedió inmediatamente. Al parecer, esta dimisión tuvo lugar poco después de la elevación de Gervasio de Cháteau-du-Loir a la sede de Reims en octubre de 1055. Sin gran peligro de error podemos situarla a fines de 1055 o principios de 1056. La promoción de Bruno a la dignidad de maestrescuela ocurriría, por consiguiente, durante el año 1056.

La elección era honrosísima para Bruno. El hecho de que se le designase tan joven para ocupar un puesto tan delicado, significaba que Hérimann había descubierto en él, no sólo excepcionales dotes para la enseñanza, sino también cualidades de trato e, incluso, de gobierno. Porque Bruno sólo tenía 26 ó 28 años. Y Hérimann no se hubiera decidido tan resueltamente por un hombre de esta edad, si no hubiera estado seguro de que al proponer su nombramiento al arzobispo Gervasio, contaba con la aprobación implícita del conjunto de profesores y alumnos de las escuelas.

(continuará...)

7 de enero de 2009

San Bruno, el primer cartujo (II)



Cuando Bruno tenía alrededor de veinte años, siendo aún estudiante en la escuela de la Catedral, ocurrió un suceso que dejó honda huella en su sensibilidad religiosa: el Papa León IX vino a Reims y celebró allí un Concilio. El 30 de septiembre de 1049, el Papa llegaba a Reims. El 1.° de octubre hizo la traslación de las reliquias de San Remigio. Al día siguiente, León IX consagraba la nueva iglesia de la abadía de San Remigio. ¡Qué devoción le tuvo siempre Bruno!
Acabadas las fiestas de San Remigio, el 3 de octubre, León IX abrió el Concilio. Numerosos arzobispos, obispos y abades participaron en él; trataron, sobre todo, de la simonía que minaba entonces a la Iglesia y que urgía extirpar. Comparecieron varios obispos, convictos de haber comprado su obispado. El Papa y el Concilio los depusieron y excomulgaron. Después se tomaron las medidas disciplinares para atajar el mal... Bruno estuvo al corriente de las medidas y decisiones del Concilio, a las que la presencia del Papa confería una autoridad y solemnidad excepcionales.
Al despertar su vida de acción, los grandes problemas de la iglesia gravitaban sobre la conciencia de Bruno. Profundamente religioso y recto, penetrado de la Sagrada Escritura y de los grandes principios de la fe, no podía por menos de reflexionar sobre la situación de la Iglesia, sobre la necesidad de reforma y sobre la orientación que él debía dar a su vida, para que alcanzase la plenitud de su valor y su fidelidad. De momento le parece que el Señor le inclina hacia los estudios religiosos, aquí, en Reims. Se mete de lleno en la vida de la diócesis, se entrega a la enseñanza sagrada.
Terminados sus estudios, ¿vivió Bruno algún tiempo en París? ¿Volvió por una temporada a Colonia? ¿Recibió las Órdenes sagradas? ¿Predicó? ¿En qué lugares? Puntos oscuros, sobre los que faltan documentos auténticos. Sólo una alusión de un Título Fúnebre, de la que sería aventurado sacar conclusiones demasiado concretas: «Multos sermones faciebat per regiones». Un simple clérigo, con los estudios y títulos de la escuela de Reims, podía ser llamado a predicar al pueblo, ciertamente.
(continuará...)

5 de enero de 2009

San Bruno, el primer cartujo (VII)

LA AVENTURA
En una fecha que no podemos precisar exactamente, pero que se sitúa entre 1081 y 1083, Bruno abandonó Reims en compañía de Pedro y Lamberto. Bajaron hacia el Sur, en dirección de Troyes. Allí, a unos 150 kilómetros de Reims y unos 40 al Sudeste de Troyes, en Molesmes, existía desde 1075 una abadía cuyo abad, Roberto, tenía gran reputación de sabiduría y santidad. Roberto había reagrupado a su alrededor a algunos eremitas del bosque Collan, cerca de Tonnerre, y los había formado en la vida benedictina. La abadía era pobre. En 1083 fue necesario que el obispo y señor de Langres hiciera un llamamiento a sus vasallos para salvar a Molesmes de su miseria. Esta pobreza favorecía el fervor de los monjes.
Cuando Bruno, Pedro y Lamberto acudieron a Roberto, acababan de regalar a la abadía de Molesmes la finca de Séche-Fontaine, que no utilizaban. Estaba a unos ocho kilómetros de Molesmes. Lo suficientemente lejos para que sus habitantes se consideraran muy distintos de los benedictinos de Molesmes, y lo suficientemente cerca para que las relaciones fueran fáciles con la abadía y sobre todo con su santo abad. Además, ¿no era a propósito para la vida eremítica el bosque Fiel, que rodeaba a Séche-Fontaine? Ya en muchos rincones de él se habían establecido ermitaños solos o en grupos. Séche-Fontaine, pues, fue el lugar donde, con la aprobación de Roberto., se instaló Bruno con sus compañeros. Allí vivieron vida eremítica, «heremitice vixerant», dice una de las dos cartas de Molesmes que relatan los comienzos de Séche-Fontaine.
¿Cuánto tiempo duró esta fase de la vida de Bruno? Un año como mínimo y tres como máximo, según la fecha de la salida de Reims. Suficiente tiempo en cualquier caso para que otros discípulos se les reuniesen.
Pero Bruno lleva en sí otro ideal de vida religiosa: se siente impulsado por el Espíritu de Dios al «desierto', y escoge el eremitismo. Así vemos cómo, acompañado indudablemente de algunos compañeros, deja Séche-Fontaine y va en busca de un lugar apropiado para la realización de su proyecto. Esta separación se hizo en un clima de sinceridad y caridad.
Sea como fuere, la nueva partida de Bruno, su salida de Séche-Fontaine, nos da una luz especial sobre su vocación. Como monje, no se siente llamado a la vida cenobítica. Quiere la soledad, a solas con el Solo, a solas con Dios. Este es el auténtico llamamiento del Espíritu Santo en su alma y en su vida.
De nuevo emprendió la ruta del Sur y se dirigió hacia Grenoble y los Alpes, a más de 300 kilómetros. Se ignora el porqué de esta elección.
A primeros de junio de 1084, Bruno y sus seis compañeros llegaban a Grenoble, comenzando así una maravillosa y misteriosa aventura...

2 de enero de 2009

San Bruno, el primer cartujo (I)


JUVENTUD de San Bruno

De sus primeros años apenas sabemos cosa alguna. Nació en Colonia; era, pues, alemán. Sus padres no carecían de nobleza, o al menos de cierta notoriedad en la ciudad.
¿En qué fecha nació Bruno? Lo ignoramos. Apoyándonos en un dato cierto, la fecha de su muerte (6 de octubre de 1101), y en los acontecimientos de su vida, podemos conjeturar que Bruno nació entre 1024 y 1031. Nosotros, elegiríamos preferentemente el año 1030. Es el que mejor armoniza con los hechos de la vida de Bruno.
En Colonia vivió Bruno sus primeros años, pero no conservamos documentos de este período.
En aquella época, sólo los monasterios y las iglesias tenían escuelas para iniciar a los niños en las letras humanas. ¿A cuál de ellas asistió Bruno? Nunca se sabrá a ciencia cierta. Pero como fue nombrado canónigo de la Colegiata de San Cuniberto, ¿se puede deducir que había estado vinculado de una manera especial a ella? ¿Y este vínculo, no sería de orden familiar -hoy diríamos parroquial- y, en consecuencia, escolar?
Un hecho parece innegable: desde sus primeros años reveló Bruno dotes intelectuales poco comunes: porque, joven aún, fue enviado de Colonia a la célebre escuela de la catedral de Reims. Allí vive en lo sucesivo; su estancia en París, Tours o Chartres pertenece a la leyenda. Reims deja huella en Bruno, hasta el punto de que, olvidando su origen alemán, se le llama más tarde Bruno, el francés.
Las escuelas de Reims, sobre todo la escuela catedralicia que frecuentó Bruno, eran famosas desde siglos. Gerberto, que un día sería el Papa Silvestre II, había sido rector. A mediados del siglo IX, el arzobispo Cuy de Chátillon dio a los estudios un nuevo impulso. Cuando Bruno llegó allí, las escuelas de Reims estaban en apogeo. Afluían alumnos de Alemania, de Italia, de toda Europa. Y entre toda esta juventud, la personalidad de Bruno llamó la atención de sus maestros.

(continuará...)

Tomado del libro "Diálogos de Miraflores"